Me pasa con algunos actores que, desde el momento en que leemos las primeras líneas de nuestro guión juntos, descubrimos una comodidad que sólo se corresponde con la comodidad que siente uno con sus más cercanos amigos. 

Sabes desde esos primeros segundos que, juntos, van a pasar temporales. Habrá de todo en el camino, un camino largo y cargado de noches en vela, de momentos de mucha tensión, de cansancio extremo. Pero sobre todo, está plagado de risas, de abrazos, de anécdotas que (con mi patética memoria) trato de guardar para toda la vida. Por que cada rodaje se lleva un momento muy especial de la vida de uno. 

Lo mejor de filmar con Elsa fue saber que ella siempre me estaba cuidado, que estaba dispuesta a todo con tal de que yo me sintiera muy contento con los resultados. Una actriz muy generosa, muy cercana, una muy buena amiga y espero que sienta que todo esto ha sido y es correspondido.

Hoy, mientras llegaba a encontrarme con Enrique Murciano y su novia, Lily Cole, en medio de Greenwich Village, recibí una llamada de Elsa. Sólo llamaba para preguntar qué tal. Para saber cómo iba todo, cómo me iba con mi nueva película, que novedades respecto del estreno de Máncora en Perú… 

Entonces llegué a donde Enrique y conseguimos hablar los tres juntos por un rato, como no pasaba desde hace mucho tiempo. Las mismas tres personalidades, es muy loco, somos como hermanos. Y Elsa le rogaba a Enrique que la acompañara a una premiere en Los Angeles y Enrique le contestaba a gritos a dos metros del teléfono que no le gustaban las películas y que odiaba ir al cine y que no le interesaba la nueva película de Angelina Jolie… y yo, moría de la risa.

Jason Day